La corrupción en España sigue
siendo cosa de minorías, de unas pocas familias mantenidas en el poder desde
Franco y más allá del 75. Cuando pasan cosas como las de Pujol, Gürtel,
Urdangarín o Filesa, se confirman los mismos, las mismas familias, los mismos
corruptos, los de siempre.
Los trapos sucios de la Transición se escondieron tras el eufemismo de los Pactos de Estado. Suárez, Fraga, González y Pujol amañaron lo fundamental: evitar la Tercera República y evitar –de paso– la legalidad de la Segunda, para no tener que juzgar ni a los asesinos y ladrones del lado franquista ni del lado republicano. Así nació la Democracia.
Jordi
Pujol, exdirigente de la Banca Catalana, persona de fiar para las elites
madrileñas y barcelonesas, recibió todo
tipo de ayudas –lícitas e ilícitas. El primer subidón se le concedió con la
campaña electoral a la Generalitat de 1980, donde era el único por los
Telediarios, por la prensa o por las radios nacionales, y multiplicó por diez
el gasto (banderolas, carteles, carpas, fiestas, gaitas, merendolas, pa amb
tomàquet, cava y fuet…) que hicieron todos sus oponentes políticos juntos.
Nadie había luchado tanto por el nacionalismo catalán, como Pujol desde las
emisoras de TVE.
Tras
ese primer escarceo, Pujol ya formaba parte del sistema. Y cuando un par de
años después algunos quisieron buscarle las vueltas con el caso Banca Catalana,
recibió la preceptiva protección de Adolfo Suárez y el caso fue sobreseído.
El diario ABC nombró a Jordi Pujol “español del año” en
1985 (título que aún no ha sido
retirado). En ese momento Pujol era el único honorable y
sensato frente las izquierdas nacionalistas aún sin domesticar, y se pudo
vender Construcciones Padrós, donde Miquel Roca (hoy abogado de la Infanta
Elena), Antonio Garrigues Wallker (masón mayor del reino) y Florentino Pérez (hoy presidente del Real
Madrid) pusieron los pilares del sistema financiero/industrial: Presupuesto Público
= Empresa Privada.
Fue
también en aquellas fechas cuando el PSOE perdió su ingenuidad y aquella famosa
“tercera vía del socialismo” que pregona a día de hoy Pedro Sánchez, ya la
inventó Felipe González con Emilio Botín en 1982.
Faltaba
el tercero en discordia para asegurar la plena inmunidad. El PP de José Mª
Aznar entró en esta dinámica cuando decidió poner al frente de las finanzas a
su mentor político, Álvaro Lapuerta, imputado en el caso Bárcenas y heredero de
la saga Naseiro-Sanchís, exculpados en una caso de financiación ilegal por el
mismo sistema que ahora pretende librarse Pujol querellándose contra la banca
andorrana: la eliminación de pruebas por estar contaminadas en origen. A
principios de los 90 del siglo pasado en España los pactos de Estado ya tenían
a todos sus partidos gobernando –los únicos que han gobernado hasta la fecha–
conchabados en un sistema amparado por
la jefatura del Estado, con su
corrupción campante y su chiste del dentista circulando: “¿Verdad que no nos
haremos daño?” Se decían unos a otros. Y
reían y abrían otra botella de cava o de rioja o de ribera, qué más da, y se
inauguraban los fastos del 92 y la
burbuja inmobiliaria se inflaba y la banca vendía participaciones preferentes
para esta gran orgía del capitalismo venéreo y sin condón.
Han
sido años buenos para aeropuertos, puertos navales, puertos secos, puertos
deportivos y puertos de esquí. Buenos años para mansiones y palacios en
Pedralbes, Pirineos, Marbella, Pozuelo o El Escorial. Buenos años para Caja
Madrid, Bancaja, Caixa Catalana o Caixa Nova. Buenos años para Ferrari,
Mercedes, Lamborghini y Aston Martin. Buenos años para Noos, Gürtel, Palou,
Calatrava, Filesa o Pujol. Siempre la misma historia manejos de concursos / recalificaciones / concesiones /
homologaciones pagados por la Administración Pública a una Empresa Pantalla,
que después quiebra o no tiene responsables, y nadie entra en la cárcel y nadie
devuelve el dinero robado en cientos de miles de millones.
Para
sortear tanto mangana surgieron alternativas como UPD y Ciudadanos, que se han
hartado de
clamar sobre tanto despilfarro en
coche oficial y jubilaciones de exministros. Todo verdad, pero hay algo más de
lo que no hablan estos piquitos de oro: los excesos de obra pública, los
excesos de la banca, el gasto farmacéutico, el gasto militar, las
concesionarias de autopista, las contratas de hospitales, las televisiones
públicas, las eléctricas y las petroleras… esta labor ha quedado más para
Podemos y en gran medida para Izquierda Unida.
Finalmente
la bomba ha estallado por el lado Pujol. Su apoyo al desafío independentista le
ha expulsado del pacto de Estado –ya no sirve como muro de contención de la
izquierda catalana ni asegura la unidad de mercado– y una vez desenmascarado,
todos se preguntan cómo lo de Los Pujol ha podido pasar.