Oscar Fisterra



jardinero de la EcoCrítica



Carta al Corneta de Entrevías

Estimado enemigo íntimo:

Es hora de defender los últimos comunistas de cuello mao que van quedando, Vallecas nos dará las gracias y perdonará todos los delitos de revolución que hayas cometido, amnistía republicana, amnistía cívica y –por favor– no formes más asambleas, en tus asambleas sólo hay gente joven repleta de ilusión.

Vete destruyendo todos los papeles, la República te sigue los pasos –a mí también, a todos nosotros–  estás cansado de la República, de todos sus intentos, hasta cuando duermes tienes sueños textuales de republicano, por las mañanas meas una República fina, tan fina como la justicia social, la educación gratuita o la libertad cívica.

No te quedan ganas de escribir, la broma duró ya bastante y andas aburrido de tenerlo todo en contra. Palabra que das lástima  –querido Corneta–  te vendrían bien unos poquitos consejos de carácter práctico: levántate temprano, desayuna ligero con una taza de agua caliente, que el zapato no te sea muy estrecho, y sal a la calle sin escuchar demasiado a los parados, a los dependientes o los desahuciados de nuestro país.

Siempre he creído –a propósito de tu carácter–  que te fuiste volviendo más cómico, menos corporativo, alguien así recién desengañado, a quién el timo de la plutocracia, la necesidad de justicia y la autodefensa (a veces a modo de chiste) volvieron un activista, un indignado, un barbudo, palabras que a tus amigos gustaron muchoen resumen, en síntesis, en buen romance: a muchos de tus problemas les diste una comedia, un consejo de brujo de la tribu, una papeleta de inscripción sindical.

Los  libros  han  cambiado,  ahora  los  best  seller son: Mi Capital, La sumisión de las masas, Ser y viento, Yo y yo…

Tenías ese rasgo vallecano, que te hacía parecer de una clase social indignada y lúcida (rasgo importante en las ágoras de la República) pero que, en realidad, nunca fue la tuya. En tus asambleas se hacían los filetes con suela de zapato, a lo Carlos Chaplin, se prestaban libros cargados de teorías conspirativas, se reducía el materialismo dialéctico a polvo de estrellas, en tus asambleas se atentó contra la tumba del Soldado Desconocido y se cambió la palabra “soldado” por artista o revolucionario.

Corneta –enemigo mío– deja de lanzar tus música turulata contra la ciudad, eres un maldito que  se entretiene tirándole nubes a las piedras, que no se diga que eres ese que aún escribe manifiestos, basta ya de arrodillarse ante las causas perdidas, me pregunto cómo sacas aún fuerzas en esta época del capitalismo venéreo y sin condón.

Siempre lo tuviste un tanto confuso, pero los demás lo tuvieron bien claro: en la vida tenían que talar un árbol, quemar un libro y provocar un aborto. Tú te rebelaste, el Cornerta es Otro, el Corneta es nadie, el Corneta es un despertador, una teoría revolucionaria en constante revival. Créeme que pareces verdadero, pero eres un espía de los derechos del trabajador, dando tumbos de época en época. No me explico por qué no enmudeces, debe ser por razones personales o por motivos de civismo puro, y en este caso prefiero callarme.

No tienes la menor oportunidad ¡aprovéchala!