Estimado enemigo íntimo:
Es
hora de defender los últimos comunistas de cuello mao
que van quedando, Vallecas nos dará las gracias y perdonará todos los delitos de revolución que hayas cometido, amnistía republicana, amnistía cívica y –por
favor– no formes
más asambleas, en tus asambleas sólo hay gente joven repleta de ilusión.
Vete destruyendo todos los papeles,
la República te sigue los pasos –a mí también, a todos nosotros– estás cansado
de la República, de todos
sus intentos, hasta
cuando duermes tienes sueños textuales de republicano,
por las mañanas meas una República fina, tan fina
como la justicia social, la educación
gratuita o la
libertad cívica.
No te quedan ganas de escribir, la
broma duró ya bastante y andas aburrido de tenerlo todo en contra. Palabra que
das lástima –querido Corneta– te
vendrían bien unos poquitos consejos de carácter práctico: levántate temprano,
desayuna ligero con una taza de agua caliente, que el zapato no te sea muy
estrecho, y sal a la calle sin
escuchar demasiado a los parados, a los dependientes o los desahuciados de
nuestro país.
Siempre he creído –a propósito de tu carácter– que te fuiste volviendo más cómico, menos corporativo, alguien así recién desengañado, a quién el timo de la plutocracia, la necesidad de justicia y la autodefensa
(a veces a modo de chiste) volvieron un
activista, un indignado,
un barbudo, palabras que a tus
amigos gustaron mucho…
en resumen, en síntesis, en buen
romance: a muchos de tus problemas les diste
una comedia, un
consejo de brujo de la tribu, una papeleta de inscripción sindical.
Los
libros han cambiado,
ahora los best
seller son: Mi Capital, La sumisión de las
masas, Ser y viento, Yo y yo…
Tenías ese rasgo vallecano, que te hacía parecer de una clase
social indignada y lúcida (rasgo importante en las ágoras de la República) pero que, en realidad, nunca fue la
tuya. En tus asambleas se hacían los filetes con suela de
zapato, a lo Carlos
Chaplin, se prestaban libros cargados de
teorías conspirativas,
se reducía el materialismo dialéctico a polvo de estrellas, en tus asambleas se atentó contra
la tumba del Soldado
Desconocido y se cambió la palabra “soldado” por artista o
revolucionario.
Corneta –enemigo mío– deja de lanzar tus música
turulata contra la ciudad, eres un maldito que se
entretiene tirándole nubes a las piedras, que no se diga que eres ese que aún
escribe manifiestos, basta ya de arrodillarse ante las causas perdidas, me
pregunto cómo sacas aún fuerzas en esta época del capitalismo venéreo y sin
condón.
Siempre lo tuviste un tanto confuso, pero
los demás lo tuvieron bien claro: en la vida tenían que talar un árbol, quemar
un libro y provocar un aborto. Tú te rebelaste, el
Cornerta es
Otro, el Corneta
es nadie, el Corneta es un despertador, una teoría
revolucionaria en
constante revival. Créeme que pareces
verdadero, pero eres un espía de los derechos del
trabajador, dando
tumbos de época en época. No me explico por qué no enmudeces,
debe ser por razones personales o por motivos de civismo
puro, y en este
caso prefiero
callarme.
No
tienes la menor oportunidad ¡aprovéchala!